Noor (Córdoba)

Comida

Salimos de Noor con la sensación total de que el recorrido fue in crescendo, y eso que todavía seguimos fascinadas con el comienzo de pan de limón quemado, bonito semicurado y anchoa, con el delicioso aliño de pepino y menta naranja, que se toma a sorbitos. El broche final: el pichón perfecto. 

En este viaje por Al-Ándalus, prescindir de los alimentos previos a la llegada a América abren un mundo de posibilidades para el chef con sabores en apariencia sencillos pero llenos de personalidad. Imposible olvidar el karim de piñones, la ostra con zumo de aceituna y gelée de cordero lechal o el rodaballo con hummus de haba seca y escabeche de rosas.

Especias, salsas enmantequilladas, frutos secos, mariscos… Paco Morales los resuelve con tremenda sencillez. No es una comida pretenciosa, pero sí cuenta un relato. 

Espacio

Te reciben un pasillo oscuro y unos ojos amables. La mascarilla impide ver la sonrisa, pero se percibe. A la ilusión y expectación previas a que empiece el servicio, se suman las detallistas ceremonias, con un lavado de manos al principio (tan musulmán) y los movimientos sincronizados y coreografiados de los camareros.

Se abren las cortinas y pasas al escenario, lleno de luz: el blanco acogedor, el techo con una estructura de madera por la que penetra la mañana… Las seis mesas están perfectamente dispuestas con vistas a la cocina para satisfacer curiosidad y alimentar el espectáculo.

La ‘casa de la luz’ (‘noor’ significa ‘luz’ en árabe) ha conseguido crear una cápsula ajena a todo el mundo en un rincocito de Córdoba. Luminosa es la sensación al sentarte, iluminada y lista para que empiece el festín.

Nos ha flipado

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La ‘performance’ completa. Entras en un teatro que va mucho más allá de lo que comes, pero te acordarás siempre de la sensación al saborear cada plato. 

Noor es redondo: la idea, la ejecución del concepto, el servicio impecable pero no rígido, el viaje a través de los platos, las sorpresas que encuentras en ellos, la 'armonía' de vinos creada y narrada por Pilar y, por supuesto, la personalidad perfeccionista, sencilla e innovadora de Paco que impregna todo lo demás.

Ir a Noor es entrar en un mundo paralelo en el que durante las horas que pasas no ocurre nada más. Dan ganas de quedarse.