La Raquetista

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Comida

A la Raquetista vas, y disfrutas mucho, si eres de buen comer. Con una carta que varía según el producto de temporada, empezamos con la estrella del local: los torreznos. The ones. Tanto, que turistas venidos de todo el mundo no pueden dejar de fotografiarse con ellos.

Es un buen sitio para lucir las posibilidades de la comida española. Las verduras y viandas de mercado, en platos elaborados -como un risotto de verduras con mucho sabor que nos sorprendió o sus famosos garbanzos con foie y morcilla que te hacen querer apurar hasta el final con la cuchara- se mezclan con los ases de toda la vida. 

 

Espacio

No te dejes amedrentar por las estrecheces. El barrio está de moda y parece que no hay sitio, pero con suerte encuentras un trocito donde apoyarte. Una vez tengas el vermut en la mano podrás pasear la mirada por su barra de granito reluciente llena de botellas vintage de vermú, que se mezcla con la madera, el hierro, el ladrillo cara vista y las fotografías en homenaje a las raquetistas del frontón de Madrid, que cuelgan de una pared en la que reina una gran pizarra con las opciones del menú. El espacio logra ser muy luminoso gracias a una gran ventana que ocupa de suelo a techo y da la sensación de apertura directa a la calle. 

Tienen, arriba, un comedor con pocas mesas y colores discretos, que contrasta con la algarabía de la entrada. 

 
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Nos ha flipado

En un local mínimo han conseguido crear un punto de encuentro entre los que prefieren el aperitivo antes de comer, los que adoran picar algo en taburetes o de pie y los que van a tomar algo al salir del trabajo. Nos encanta el ritual en torno a la barra. Es una especie de twister entre familias, alegría en la cocina un domingo, comiendo de pie mientras, de mano en mano, se pasan los platos recién salidos del fuego. Sin la infalibilidad de sus camareros, no lo olvidemos, la magia sería imposible.

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