DOSKIWIS, hacer cerveza en l’Empordà (o cómo aprender de Judit Piñol a tomar buenas decisiones)

Judit Piñol se quedaba con unos amigos en Australia cuando desde su cama oía el burbujeo de la cerveza fermentando en la casa. Ese primer contacto con la microcervecería marcó un antes y un después en la vida de la modelo. Hoy, junto a Michael Jones, elaboran en Baix Empordà su propia cerveza. DOSKIWIS BREWING es una apuesta por la vuelta al pueblo, la reivindicación de lo artesano y la vida social en comunidad, con esa buena onda de las cosas que se hacen porque se quieren. Porque se disfrutan de verdad.

Origen, cerveza y comunidad

Me cuenta que fue en Londres donde conoció a Michael y que, en realidad, les unió buscar y comer productos de calidad. Y surgió la magia. Con otros amigos que allí tostaban café, la semilla siguió creciendo. “Se interesaban por saber de dónde venía, cuáles eran las condiciones de los trabajadores”, explica. Además, de aquellos amigos cafeteros le fascinó “la comunidad que se había creado alrededor”.

Ahora, sin renunciar a la búsqueda de "elaborar un producto de calidad", en DOSKIWIS les mueve que el proyecto sea una "excusa para que la gente de alrededor pueda encontrarse" y que puedan actuar como "mostrador de productos locales”.

En Rupià, elaboran seis tipos de cerveza, “para cubrir lo más clásico y otras más innovadoras, para los que siempre van buscando algo nuevo”: Hazy Ipa, Hazy Dipa , Pale Ale , Stout, Pilsner… en muchos casos, inspiradas por los orígenes neozelandeses de Michael.

Decidieron dar el paso y emprender por algo tan simple como que les gustaba más la cerveza que hacían en casa que la que podían encontrar por ahí. Y surgió DOSWIKIS, que se vende en latas para proteger de la luz y el oxígeno el “delicado” aroma y sabor del lúpulo.

La vida de una antigua nave

El corazón del proyecto es una antigua nave de muebles, reacondicionada prácticamente de arriba abajo por ellos mismos. Así, el preciado suelo de madera, un inconveniente para la producción de cerveza, ha encontrado una segunda vida en puertas, paredes y mesas. En la parte de atrás, se esconde una terraza ajena al resto del mundo y desde la misma barra se pueden ver los depósitos donde se elabora la cerveza: “Para poder conectar el origen del producto con el consumidor”. Puro kilómetro cero. 

El objetivo de crear una comunidad y un hogar en torno a la cerveza marcha también de forma optimista y original. Judit me cuenta que organizaron una barbacoa con ternera Wagyu junto a un vecino que las cría en el pueblo y se lleva la malta sobrante para alimentar a sus vacas. Colaboran con amigos artistas para crear una imagen "consistente con el concepto de cada cerveza". Venden ropa brandeada de algodón orgánico y montan pop-ups y mercados con artesanos de la zona.

“Esto me llena muchísimo”, confiesa Judit. Y solo acaban de empezar.